Hoy se cumple una semana del vuelco electoral que dio la victoria en las urnas al partido socialista y, de nuevo, el tema estrella de la jornada es el rechazo masivo de los españoles a la guerra iraquí, de la que se conmemora el primer aniversario. Una postura que sin duda el futuro presidente, José Luis Zapatero, habrá de tener firmemente en cuenta a la hora de diseñar su política exterior.
Pero no sólo España quiso gritar de nuevo «no a la guerra y a la ocupación», como ya lo hiciera hace un año, sino que todas las ciudades importantes del planeta corearon una vez más los mismos lemas. Dos millones de personas en Roma, ciento cincuenta mil en Barcelona, ciento veinte mil en Japón... han sido las más numerosas, aunque las protestas han tenido menor eco en el norte de Europa. Significativas han sido también las que se han vivido en los países árabes y en Estados Unidos.
Balears ha respondido igualmente a la convocatoria y ha vuelto a poner de manifiesto que la mayoría de la población es partidaria de las soluciones pacíficas y dialogadas a los conflictos. Y parece, al menos de entrada, que ése va a ser el talante del próximo Gobierno. Falta nos hará, pues no son pocos los frentes abiertos que se le presentan al futuro Ejecutivo. En primera línea, desde luego, el terrorismo, que exige un verdadero esfuerzo por parte del ministro del ramo y de todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Luego en ese mismo campo tenemos asuntos gravísimos que afectan directamente a la convivencia, como la violencia doméstica y la inseguridad ciudadana. Y no hay que descartar tampoco que pueda llegar a producirse algún indeseable brote de racismo a raíz de los acontecimientos de los últimos días.