Balears, como una de las comunidades punteras en desarrollo económico de los últimos años, se ha convertido en meta de muchos inmigrantes, que llegan aquí en busca de trabajo y una nueva vida. De forma que en pocos años la población balear ha sufrido un espectacular aumento -un 16% en un lustro, frente al 6% del resto de España-, con el consiguiente crecimiento en necesidades tan básicas como vivienda, educación, sanidad y demás servicios.
Pese a ello, nadie a nivel nacional parece contemplar esta realidad cambiante y los habitantes de las Islas tenemos que adaptarnos a las encorsetadas partidas financieras que acompañan a las competencias transferidas años atrás, cuando la realidad era bien distinta.
De ahí que la consellera de Sanitat, Aina Castillo, haya viajado al Senado para tratar el asunto con la minista del ramo, Elena Salgado, pues las promesas del presidente en este sentido se refieren a un nuevo modelo sanitario que empezaría a negociarse el año próximo y que se pondría en práctica dentro de tres años. Ya sabemos que las cosas de palacio van despacio, pero los ciudadanos afectados por esta situación no tenemos por qué esperar a que nuestros responsables políticos tengan a bien sentarse a negociar. Porque la vida no se detiene y los problemas de salud, tampoco.
Balears tiene unas cuantas características que le diferencian de otras comunidades. A este reciente crecimiento de la población hay que sumar la insularidad, que también tiene su coste -y que en Madrid se resisten a ver- y su carácter eminentemente turístico, lo que implica una población flotante enorme. Todo ello hace necesario que exijamos una revisión de las condiciones que ahora tenemos para financiar la sanidad que merecemos.