Esquerra Republicana de Catalunya ha tendido una mano abierta al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para firmar un pacto político de estabilidad para todo el año 2005. La noticia, sin duda, puede tener un cariz positivo en función de cómo se establezca el pacto entre ambos, si es que éste llega a producirse.
A nadie se le escapa que el Ejecutivo de Zapatero está haciendo verdaderos esfuerzos para satisfacer las aspiraciones nacionalistas de Catalunya, donde también gobiernan los socialistas con apoyo de los nacionalistas de izquierdas. Es una forma de gobernar criticada por muchos pero que, a la postre, puede suponer un mayor desarrollo autonómico. Estas especiales relaciones entre Madrid y Barcelona han suscitado muchas suspicacias en el resto del Estado.
Ahora bien, ello puede suponer mayores beneficios para el resto de autonomías, siempre que no se establezcan diferencias que supongan agravios comparativos, algo que no debe darse bajo ninguna circunstancia. No sería bueno que existieran ciudadanos de primera y de segunda categoría en función del territorio en el que vivieran.
La nueva actitud de ERC, que, en lugar de buscar conflictos y rencillas -como a menudo hacía Carod Rovira-, ha preferido dar un paso hacia la madurez política y la responsabilidad institucional colocándose al lado de un partido, el socialista, que quiere llevar al país hacia adelante, resulta esperanzadora. Aun así, hay que contemplar con cautela este tipo de acuerdos y vigilar que en los mismos no se incluyan concesiones a cualquier precio.
Los republicanos, a día de hoy, parecen tener los pies en la tierra y estar interesados en que el Ejecutivo de Zapatero pueda llevar a buen puerto algunas de las leyes progresistas que está tramitando, aunque el presidente siempre ha manifestado su interés en cerrar únicamente acuerdos puntuales. Veremos, a la postre, cómo acaba este particular idilio político.