Como si de un guión previamente escrito se tratara, los pronósticos sobre el referéndum se cumplieron casi a rajatabla. Un sí aplastante y una elevada abstención son el resultado objetivo de la consulta de ayer sobre un texto desconocido por la mayor parte de la población española. Y en el caso de Balears, además, con la abstención más alta del Estado y un porcentaje de aprobación casi un punto por encima del nacional. Los dos partidos mayoritarios, PSOE y PP, amén de los nacionalistas moderados, pedían el voto afirmativo al texto del tratado y eso parece haberse traducido en los resultados finales.
Pero sería un error tomar estos datos con euforia, puesto que la baja participación deja en evidencia que la consulta no ha suscitado el más mínimo entusiasmo, y eso debiera mover a reflexión tanto en el partido de José Luis Rodriguez Zapatero, actualmente en el Gobierno, como en el de Mariano Rajoy, éste último con un apoyo en ocasiones tibio.
Ahora bien, dicho esto cabe felicitarse de que mantengamos esa línea europeísta, alejada del euroescepticismo de otros países, lo que sin duda contribuirá al fortalecimiento de nuestras relaciones con los socios de la Unión.
Los grandes perdedores, sin lugar a dudas, fueron los defensores del 'no', que no consiguieron aglutinar a un número significativo de votantes. Aunque su error, tal vez, fuera plantear en términos nacionales o autonómicos un debate que supera estos ámbitos con un tratado que nos integra aún más en una Europa supranacional con aspiraciones a ser una potencia incontestable en el marco internacional.
Los españoles han votado en este sentido, sin dejarse llevar tampoco por el sentido plebiscitario que quisieron darle a esta consulta algunos sectores ultraconservadores. No hubo voto de castigo al Gobierno, no debía haberlo y no lo hubo. Se dilucidaba otra cuestión, y el pueblo, dando muestras una vez más de su sabiduría, así lo tuvo en cuenta.