No corren buenos tiempos para las familias y jóvenes que pretenden acceder al mercado de la vivienda, con una subida constante del precio por metro cuadrado y unos alquileres a precio de lujo. En nuestras ciudades y pueblos tener una segunda casa se ha convertido en un negocio y pocos están dispuestos a deshacerse de ese patrimonio a precio de saldo, máxime sabiendo que ese dinero rendirá poco o nada en otros refugios de inversión.
Por eso las dificultades para convertirse en propietario se han intensificado y resulta difícil de creer que los precios vayan a bajar. Las últimas expectativas hablan de cierta moderación para este año -quizá un 10 por ciento de subida, frente al 17% del año pasado- y una clara contención para el próximo, cuando se espera que el incremento del metro cuadrado suba a la par que la inflación.
Aun así la situación será complicada para quienes pretendan acceder a un hogar en condiciones. Los pisos han multiplicado su valor por cuatro en los últimos diez años y la bolsa -el otro refugio clásico para el dinero- sólo ahora empieza a dar cierta confianza a los pequeños y medianos ahorradores.
Pero no hay que rendirse, comprar sigue siendo la mejor opción, al menos mientras los alquileres continúen por las nubes. Para mitigarlo, el Gobierno anuncia la creación de una agencia estatal de alquiler que se haga con un buen stock de viviendas privadas para ofrecerlas en alquiler a precios ventajosos. Quizá sea la solución para familias de pocos recursos, pero hoy en día no resulta comprensible que el Estado compita de forma desleal con la oferta privada. Más lógico sería incentivar a los propietarios de pisos vacíos, vía impuestos, para que pongan sus casas en el mercado.