Hace más de veinte años tuvieron que salir a la luz unas impactantes fotografías del mítico actor norteamericano Rock Hudson convertido en una sombra de sí mismo a causa del sida para que el mundo entero se estremeciera y comprendiera que ahí había una amenaza real, terrible, que podía aplastarnos a todos si no tomábamos las medidas necesarias. Hoy, lejos ya de aquellos años ochenta en los que los españoles estábamos conquistando con euforia toda clase de libertades, parece que la amenaza tiene menos contornos y para muchos, especialmente los más jóvenes, casi se ha convertido en una leyenda.
Así lo ponen de manifiesto los informes que hablan de 164 contagios entre jóvenes de Balears por mantener relaciones sexuales sin protección. Datos que dan que pensar y que vienen a reforzar la idea de que toda la información es poca y de que autoridades y padres deben permanecer siempre alerta ante una situación que nunca deja de ser preocupante.
Aunque se ha avanzado muchísimo en la prevención y en la calidad y la esperanza de vida de los enfermos, lo cierto es que el sida sigue siendo una bestia negra que planea sobre todos los segmentos de la población, a pesar de los mitos que todavía perviven en cuanto a su transmisión.
Recordar todo esto en una jornada como la de ayer es necesario y positivo, pero insuficiente. Porque estos días mundiales sirven como martillo de la conciencia colectiva, pero también para que algunos lancen al viento mensajes contradictorios y contraproducentes. Como el de un George Bush que pregona las excelencias de la abstinencia y la fidelidad como métodos eficaces para prevenir la enfermedad, lo que viene a poner en entredicho algo tan básico como la libertad sexual.