Cualquier trabajador de este país enumeraría de memoria los principales problemas a los que se enfrenta cada día el mercado laboral, especialmente desde que la entrada del euro ha rebajado nuestro poder adquisitivo de forma drástica. La precariedad, la temporalidad, los salarios, los horarios, la falta de seguridad, el mercado negro y, para las mujeres, la incapacidad de compaginar trabajo y familia son asuntos que preocupan todos los días, y eso para quienes tienen la fortuna de contar con un empleo, porque el paro sigue subiendo -son millones de personas-, afecta más a las féminas y se convierte en un calvario para quienes han cumplido los cuarenta años.
Desde el Gobierno y las Administraciones, por contra, se tiende a hacer un retrato más idílico, mientras la patronal continúa exigiendo mayor flexibilidad, algo imprescindible para ganar en competitividad, lo que, ciertamente, supone limitaciones al Estado del bienestar vigente en la Europa rica.
Habrá que ver qué sorpresas nos depara la reforma laboral que los agentes sociales están a punto de presentar y que, aseguran, trata de combatir la precariedad y la temporalidad. Será la enésima reforma desde aquellos años ochenta en los que Felipe González llegó al poder, aunque a juzgar por los resultados siguen existiendo graves problemas estructurales que han debilitado derechos de los trabajadores y los han expuesto a una falta de estabilidad total. De ahí la importancia de la unidad sindical para actuar con más fuerza, algo que en Mallorca -excepción en todo el Estado- no ha podido ser. Diferencias ideológicas son la excusa formal, aunque más parece ser una maniobra para diferenciar contenidos de cara a las próximas elecciones sindicales.