La cuestión es tan clara en teoría como espinosa en la práctica. ¿Están dispuestos los Estados Unidos a convivir con un Irán convertido en potencia nuclear? Se diría que sí, puesto que antes lo han hecho con la Unión Soviética de Stalin, con la China de Mao, y posteriormente con la India, Pakistán y Corea del Norte.
Pero ocurre que la posible entrada de Irán en el «club nuclear» desazona de tal forma a Washington que hoy ve en ello una especie de «casus belli». El régimen de los mulás, declarado enemigo de Israel, parece amenazar la estrategia diplomática de Bush hasta extremos que hacen imposible cualquier negociación.
Obviamente, saben los iraníes que la posesión de un arma atómica los convertiría en la potencia regional dominante en Oriente Próximo, equiparada a un Estado judío siempre al amparo de una Norteamérica que con su favoritismo ha propiciado la tensión en la zona.
Presos de su mala política, los norteamericanos no pueden consentir ahora un poderío nuclear de Irán. Pero no hay que olvidar una cosa, y es que dadas las circunstancias es posible reproducir muchos casos como el de un Irán susceptible en su momento de ceder su armamento nuclear a grupos como Hizbulah, Al Qaeda, o cualesquiera de los que ahora combaten en Irak. Bush está amedrentado y ello hace de él un adversario peligroso. Sería la hora de confiarlo todo a una diplomacia inteligente, pero por las muestras que tenemos hasta hoy cabe más imaginar una acción de fuerza que un esfuerzo encaminado a encontrar acuerdos por el mejor posible de los caminos.