La multitudinaria visita del papa Benedicto XVI a Valencia para clausurar el Quinto Encuentro Mundial de las Familias ha servido para que la Iglesia católica reafirme, por boca del sucesor de Pedro, el valor de la familia tradicional, formada por hombre y mujer como núcleo vertebrador de la sociedad.
Lejos de un enfrentamiento con el Gobierno español por sus últimas iniciativas legislativas, el Papa, en un encuentro que trasciende el mero marco nacional, ha hecho un llamamiento a los gobernantes para que reflexionen sobre el valor de la familia y sobre el hecho de que ayudarla «es uno de los mayores servicios que se puede prestar al bien común».
Analizar la visita de Joseph Ratzinger en términos de política doméstica sería un error, aunque ciertamente existen, como es evidente, implicaciones que van más allá del ámbito de lo privado y que repercuten en la vida política. En este sentido, no se puede obviar la polémica suscitada por la ausencia del presidente del Gobierno en la misa de clausura. Zapatero sabía que sería criticado tanto si asistía como si no. Era previsible que algunos de los participantes en el Encuentro, vinculados a movimientos católicos de marcado caracter conservador, le abucheasen en presencia del Papa en protesta por algunas decisiones adoptadas por el Gobierno español, como sucedió cuando Zapatero y Fernández de la Vega acudieron al Palacio del Arzobispado para reunirse con el Santo Padre. No faltaron allí los insultos y los silbidos -muy poco cristianos- que la cadena de radio propiedad de los obispos, tras calentar primero los ánimos, difundió con todo lujo de detalles, acusando al presidente de maleducado por no ir a la misa ni a la despedida del Papa. Al respecto, cabe decir que España estuvo, en ambas ocasiones, representada al máximo nivel: por los Reyes.
Al margen de esta cuestión, la reafirmación de la familia hecha por Benedicto XVI tiene que contemplarse como eso, como la reafirmación de unos valores que defiende la Iglesia. Y, siempre, desde la base del respeto mutuo hacia lo que significa la Iglesia y lo que son las legítimas deciones de un Gobierno y de un presidente.