Mañana, el Gobierno pedirá autorización al Parlamento para el envío de un contingente militar español de unos 1.100 hombres a el Líbano. El ministro de Defensa, José Antonio Alonso, reconocía el martes que la misión es «de riesgo», algo que, hasta entonces, ninguna fuente gubernamental había querido reconocer.
Es cierto que lo soldados españoles acuden, bajo bandera de Naciones Unidas, a un auténtico avispero que es tremendamente peligroso y que requerirá de todos sus esfuerzos para imponer una resolución pacífica del conflicto.
No sería bueno, en este punto, no asumir que existen riesgos que no se han dado en otras misiones de las tropas españolas destinadas en otros rincones del planeta. Y tampoco debemos engañarnos por lo que se refiere al uso de la fuerza. El Ejército no es una organización no gubernamental, sus misiones, aunque sean para garantizar la paz, requieren, en ocasiones, la utilización de las armas. No reconocer esto, tampoco sería bueno.
Ahora bien, es ineludible cumplir con los compromisos internacionales suscritos por nuestro país, en especial aquellos en los que es precisa la intervención de la comunidad internacional para conseguir un escenario de paz. En este sentido, no sería razonable que la oposición conservadora negara el apoyo al Gobierno en un asunto como éste. Pero tampoco sería deseable que el PSOE utilizara de forma demagógica el tema del Líbano, ya que, en cualquier momento se podría volver en su contra. El asunto es lo suficientemente serio como para no caer en la tentación de la batalla partidista. Está en juego el prestigio internacional de España, pero, sobre todo, la seguridad y las vidas de unos conciudadanos que van a trabajar allí para que se cumplan las resoluciones de la ONU.