Los jóvenes de cualquier generación lo han tenido difícil a la hora de abrirse paso en la vida. Pero ahora se ven obligados a «estirar» esa juventud hasta la madurez porque irse de casa es casi una utopía. El Consejo de la Juventud de España acaba de hacer público el informe de la situación juvenil en el último trimestre de 2006 concluyendo que el hecho de dedicar el 69% del salario a la vivienda es algo «insostenible», especialmente para los jóvenes de Madrid, País Vasco y Balears, donde los precios del metro cuadrado de ladrillo son más elevados y donde se ven obligados a dedicar nada menos que el 83 por ciento del sueldo a este fin. El informe aclara que si -como recomiendan el sentido común y los expertos- los jóvenes baleares dedicaran sólo el 30% de sus ingresos a pagar el piso, únicamente podrían acceder a una superficie de 35 metros cuadrados.
Pero no acaban aquí sus problemas, pues sólo el 3,50 por ciento de los jóvenes firmaron un contrato indefinido el año pasado, mientras crece el número de contratos temporales en el colectivo de entre 30 y 34 años, es decir, de esos jóvenes que ya no lo son tanto.
Con este panorama, es fácil comprender que se retraigan a la hora de firmar hipotecas en un momento económico incierto en el que los tipos de interés siguen creciendo de forma constante. Como consecuencia de estos escollos financieros y laborales, los jóvenes -en una generación más y mejor preparada que todas las que les precedieron- se ven casi forzados a vivir como adolescentes, dependiendo económicamente de su familia y retrasando las decisiones que implican autonomía financiera hasta edades nunca vistas. Esta supuesta juventud que dura hasta los cincuenta años acaba repercutiendo en toda la sociedad, pues se aplaza la edad de tener hijos, contribuyendo así al preocupante envejecimiento de la población.