El hundimiento del Don Pedro ha colocado a Eivissa en un incómodo ojo del huracán en un momento en el que el nuevo panorama de información global no puede sino perjudicar su imagen como destino turístico. No es la más grave de las tragedias que nos podía haber ocurrir, afortunadamente, pero tampoco es algo que deba tomarse a la ligera. Los destinos competidores toman siempre buena nota de lo que ocurre en una isla que llama la atención del planeta por lo que cada verano ocurre en ella (desde una óptica o la contraria), lo que nos obliga a no descuidar ni un segundo el desgaste que puede sufrir su imagen como rincón vacacional privilegiado. El sector turístico ha reclamado ya acciones promocionales, aunque antes deberá quedar perfectamente liquidado las consecuencias del naufragio, algo en lo que las instituciones implicadas han estado intensamente trabajando. Eso sí, las actuaciones deben estar perfectamente diseñadas para entonces.
Queda, desgraciadamente, un nuevo capítulo de riesgo y una incógnita. El primero es la extracción del fuel sobrante; la segunda, saber si se dejará el pecio en el lugar en que se hundió. De momento todas las miradas están fijas en el comienzo de la succión del fuel sobrante en los depósitos del buque, aunque los retrasos en la llegada de las piezas no ayuda, precisamente, a aliviar la tensión que genera el tener un gran mercante hundido a las puertas de la bahía de Eivissa. Es de esperar que todo saldrá bien, porque no faltan aspectos que deben ser tomados en positivo; por ejemplo, que las condiciones meteorológicas no pueden ser mejores, teniendo en cuenta que nunca serán óptimas -no estamos precisamente en el Mar del Norte-, lo que reduce mucho las posibilidades de complicación. Eso sí, la estrechez de la temporada no da mucho margen, algo que hay que tener en cuenta.