Los sindicatos mayoritarios y la patronal del sector de hostelería han mantenido ya una primera toma de contacto y, como era de esperar, el ambiente no parece ser el de un entendimiento rápido. Como habían anunciado previamente, UGT y Comisiones hacen una petición inicial ambiciosa, acorde con los tiempos de bonanza, que supera en el ámbito pecuniario el seis por ciento, a lo que hay que sumar el terreno que se quiere ganar en cuestiones de bienestar social, sobre todo bajo el epígrafe de la conciliación de las vidas laboral y familiar, es decir, la reorganización horaria y la inclusión de servicios todavía de ciencia ficción en nuestro país, como las cada vez más reclamadas guarderías empresariales. Para los empresarios, las demandas llegan en un momento de incertidumbre sobre la marcha de la economía general, en clara desaceleración, y cuyo alcance no son aún capaces de aventurar. De momento, califican la postura de «peligrosa», claro indicativo de que en esta ocasión nos adentramos en una situación bien distinta a la del anterior convenio, rápidamente cerrado gracias a un contexto extraña y contagiosamente optimista. Ahora, el término, de clara referencia bélica, no hace presuponer lo mejor en una negociación que es la que afecta a más población tanto de Menorca como del conjunto de Balears. Está claro, además, que la propuesta inicial de los sindicatos, el punto de partida, ha de ser ambiciosa, porque es, precisamente, susceptible de negociación. Hay que olvidar, por otro lado, que otros sectores están o han estado en pie de guerra, como los funcionarios de la administración de Justicia, los taxistas o los médicos y personal sanitario. Estamos, desgraciadamente, caminando sobre una falla más profunda de lo que a priori parecía.
Editorial
Todos los ojos puestos en el convenio de hostelería