El nuevo modelo de financiación autonómica se está convirtiendo en una auténtica cuestión de fe, tal es la falta de concreción con la que se está dando a conocer. El ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, ha ofrecido algunos retazos sobre los principales parámetros que se aplicarán en el reparto de los fondos del Estado para las autonomías, pero ha huido de dar cifras concretas. Siguiendo con el símil utilizado por los políticos, 'la música' gusta, pero sigue siendo un misterio la letra. De momento, desde Catalunya se insiste en rechazar la propuesta por considerarla insuficiente.
Desde Balears el president Antich ha manifestado su satisfacción "probablemente más por obligación política que por convicción" por el nuevo sistema "del que apenas se conocen detalles", seguro de que siempre mejorará la situación actual, una valoración que no comparten sus socios nacionalistas en el Govern y tampoco la oposición del Partido Popular.
Resulta llamativo que ni desde Madrid ni desde Palma se ha querido dar a conocer una cifra aproximada del incremento de recursos que supondrá para la Comunitat Autònoma la propuesta sobre la que trabaja Solbes y su equipo. Tanto misterio obliga a mantener el escepticismo sobre el alcance de los cambios que se anuncian, una situación que refleja lo complejo del encaje político y financiero que conlleva pretender cerrar un acuerdo definitivo con tanta precipitación antes de que acabe el año.
Un último apunte tiene que hacer referencia a las formas utilizadas por el presidente Zapatero, las cuales han supuesto una clara discriminación para Balears, que se ha visto relegada a una segunda ronda de entrevistas con presidentes autonómicos en el Palacio de la Moncloa. Los ciudadanos de las Islas se juegan mucho en este nuevo modelo financiero, no es el momento de desaires ni de inconcreciones.