La detención del 'número uno' de la organización terrorista ETA, Jurdan Martitegi, en una operación realizada por la policía francesa en coordinación con la española, abre, de nuevo, el debate sobre cuál será el próximo movimiento de la banda después de que en los últimos seis meses hayan sido detenidos tres de sus máximos dirigentes. Todo indica que el cerco sobre la banda se estrecha y abre posibilidades reales de que abandone las las armas.
El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, es claro en su planteamiento: ETA lo deja o lo deja, será de manera voluntaria u obligada por la acción policial, pero los asesinos etarras no tienen futuro. Es cierto que nunca como hasta ahora, siempre en colaboración con Francia, se habían asestando tantos golpes a la dirección del grupo terrorista vasco en un lapso tan corto de tiempo. El éxito y la eficacia policial corren paralelos al debilitamiento de ETA "aunque se da como segura la preparación de un atentado ante la próxima toma de posesión como lehendakari del socialista Patxi López", acelerado desde el último fin de la tregua. La presión policial en ambos lados de la frontera, la división interna y la expulsión de las instituciones de todo el entramado político-financiero es innegable que está dando sus frutos.
Es necesario, incluso más en estos momentos, extremar la prudencia. Un sector, que no es residual, de la sociedad vasca da su apoyo sistemático a las acciones terroristas que perpetra ETA y éste es un factor sobre el que también se tiene que actuar "para que se incorpore a la vida democrática" si se quiere acabar definitivamente con el terrorismo. Tal y como anunció el ministro, ETA busca o ya tiene un nuevo 'número uno', cuyo futuro también estará en la cárcel. La cuestión es lograr acabar con esta dinámica y alcanzar la paz.