El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha vuelto a evidenciar su optimismo en materia económica al anunciar, en el foro organizado en Madrid por la revista 'The Economist', que la economía española «está a punto» de registrar crecimientos trimestrales. Los vaticinios presidenciales más parecen la expresión de un deseo que el resultado de un análisis contrastado de la realidad, no hay respuestas para el cuándo y el cómo de esta recuperación que tiene en la destrucción de empleo su vertiente más amarga.
La vicepresidenta Elena Salgado apuntó en la misma jornada uno de los cambios más significativos del discurso gubernamental para afrontar la recesión: la reforma laboral. Ésta, junto con una reducción de la presión fiscal, se plantean con seriedad desde el Gobierno para introducir «cambios importantes», según palabras de la propia Salgado.
Aunque con una exasperante lentitud, el sistema financiero está comenzando a dar síntomas de una ligera recuperación, las cifras de desempleados están alcanzando unas cotas insostenibles desde la perspectiva del gasto público que generan, además de larvar un clima social de consecuencias difíciles de predecir por su peligrosidad. En este contexto cabe valorar como positivo que el Gobierno asuma la necesidad de introducir modificaciones en el marco de relaciones laborales vigente en España, una de las diferencias más evidentes entre nuestro país y los países que sí han iniciado la senda de la recuperación sin haber generado tanto desempleo. Los cambios precisan de la intervención de los agentes sociales si se busca que perduren y sean eficaces.