Hay palabras que de tanto ser usadas pierden su significado y se distorsionan. Términos que algunos acuñan como propios impidiéndonos de algún modo hacer uso de ellos libremente, e himnos o banderas que se asocian con determinadas ideologías para desamparo del resto.
Podemos es la primera persona del plural del verbo poder y, que yo sepa, todos podemos hacer uso de esta conjugación en positivo que aboga por obtener aquello que anhelamos. Yo siempre he sido de las que han enarbolado este siete letras para motivar a mi equipo cuando las cuestas son tan empinadas que nos impiden ver la cima, y no voy a permitir que nadie sonría cuando las junto, ni que me las expropie de forma impía. Nosotros, los que no somos de ningún color, también podemos. Lo mismo ocurre con la bandera de España: es de todos los ciudadanos que habitamos este país con piel de toro y a los que nos torean demasiado. Un emblema amarillo y rojo que cubre nuestros sentimientos como nación y como cultura, y del que no debemos avergonzarnos ni creer que solo representa a una derecha radicalizada. Si se fijan, casi todas las películas americanas o británicas hacen de su bandera su seña de identidad, mientras que en nuestra plaza solo la sacamos de paseo cuando juegan unos señores al fútbol y nos convertimos en hinchas de deportistas a los que días después insultamos porque no son de nuestro equipo. ¡Otra antítesis de pelotas!
Lo mismo ocurre con las senyeras de Ibiza o de Cataluña cuya función es ilustrar a un pueblo y no vestir solamente a los mismos radicales, pero en este caso de izquierdas. Cuando la gente quiere imponer su criterio y deplora las libertades del resto pierde la razón, juegue de lateral, de defensa o de centro. También están los que crean polémicas donde no las hay, buscan enfrentar a hermanos, anteponer por la fuerza una lengua a otra, o generar problemas para tapar sus verdaderas carencias. Esos cuyo rencor por una dictadura opresiva que terminó hace casi 40 años, responden hoy con idéntica saña y totalitarismo. ¿Acaso no amamos con igual vehemencia nuestra tierra, de sangre o adopción, por comunicarnos en castellano, si convivimos en una región donde ambas lenguas son oficiales? Lo dicho, los criados de ayer se comportan hoy con el mismo despotismo que los que fueron sus señores. En este punto del artículo el "seny", la tan mencionada cordura y sentido común pitiusos, mira hacia otro lado y sigue confundiendo la colonia con colonizar, sin darse cuenta de que el olor no es el mismo.
Siguiendo la línea argumental de este desatino que es hacer propios conceptos universales, los zurdos nos hemos acostumbrado a usar este eufemismo debido al carácter peyorativo que se dio al antónimo de diestro: siniestro… y así podríamos enumerar un sinfín de acepciones que roban sin pudor su sentido a palabras, símbolos o iconos que son nuestros para hacerlos suyos.
Por eso yo les digo que el poder no es de Podemos, que soy siniestra y española, a mucha honra, que estoy orgullosa de las banderas de mi país, me declaro una amante incondicional y respetuosa del castellano y una humilde aprendiz del ibicenco, y, sobre todas las cosas, que busco ser una persona coherente, que escucha y que no impone su criterio a los otros. Ya lo ven, seguro que todavía hay quien termina de leer esta columna y dice en voz alta "diga lo que diga, esta es de derechas". Es lo que tenemos los siniestros, señores, que alguno siempre nos verá el lado oscuro. #Unperiodistanuncadebeserdeunpartido