Es ése un país especial, es decir, muy distinto al resto, y ellos, los nepalíes, en su gran variedad étnica y cultural, también son muy peculiares. Nepal está marcado a fuego por la grandiosidad de su imbatible orografía. Esta característica hace posible, aún hoy, que algunas de sus gentes vivan de forma semiaislada o directemente aislada, independiente, y autárquica. Hay lugares tan remotos que viven allí en su propio mundo en pleno año 2015 de nuestra era, que no es la suya. Allí, el teléfono móvil va por satélite y sólo es ahora cuando, a golpe de tecnología, comienza a imponerse el mundo de la imagen global.
Lo que ha pasado en este país es terrible porque, a raíz de este gran terremoto, sabemos lo que ha ocurrido en la capital y en algún otro lugar -ya se cuentan más de diez mil muertos- pero es muy difícil saber qué ha pasado a tan sólo tres o cuatro horas de la ciudad. No digamos ya en los lugares más alejados. Inaccesibles. Es de imaginar que para conocer bien la situación en toda la zona afectada por el seísmo habría que recurrir a una gran cantidad de recursos aéreos de los que, desde luego, el país carece. Además, es muy improbable que el gobierno nepalí permitiera el acceso a medios aéreos extranjeros para controlar la zona. Es decir, sólo con el tiempo conoceremos con cierta exactitud las consecuencias del terremoto. Mientras tanto, Nepal lamerá sus heridas en soledad, como siempre ha sido. Y allá lejos, en el fondo del fondo, allí ocultos estarán los más olvidados de todos, los tibetanos, apátridas, huidos de la China Imperial, que viven pobre y discretamente en Nepal… Hoy, a ellos, ni los podemos imaginar.