Hemos comenzado hace diez días este mes de enero, inicio del año civil, tras haber vivido la fiesta de la Navidad, del Nacimiento de Jesús en Belén, Dios hecho hombre por nosotros y haber comenzado, hace ya casi un mes. el Año Santo Extraordinario del Jubileo de la Misericordias. Comparto con vosotros, queridos hermanos de la Diócesis de Ibiza, algunos pensamientos para que estos dos grandes acontecimientos influyan en nuestra vida y toda ella sea una expresión de ello a lo largo de este año..
La Navidad es una expresión más del amor infinito de Dios Padre, que ha enviado al mundo a su Hijo Unigénito para abrirnos el camino hacia Él, para darnos su propia vida y su amor. Dios entra en nuestra historia humana y viene a la tierra para entregarnos su vida por amor. Jesús, la Palabra de Dios hecha carne y nacido en Belén, nos invita con fuerza a dejarnos encontrar por Dios, a creer en Dios y a entrar en una vida nueva: es la vida que Él mismo nos ofrece en abundancia, la vida misma de Dios. Es preciso dejarse encontrar por Dios, es preciso creer y confiar en Él, es necesario dejarse amar por Él. Y así poder amar como Él.
Desde el 8 de diciembre en toda la Iglesia y concretado eso en nuestra Diócesis el domingo 13 de diciembre hemos empezado el Jubileo de la Misericordia. En este Año Santo, el papa Francisco pone en el centro a Dios misericordioso y nos invita a vivirlo como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. Junto con la peregrinación a los lugares jubilares y otras actividades que iremos haciendo para vivir este Jubileo –este mes, por ejemplo tendremos la oración por la unidad de los cristianos- hemos de tener en cuenta tres acciones que las podríamos resumir en tres palabras: contemplar, experimentar y vivir la misericordia de Dios.
En primer lugar estamos llamados a contemplar la misericordia de Dios en su Hijo, Jesucristo, que es el rostro de la misericordia del Padre. Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios. La persona misma de Jesús con sus palabras y sus obras en general, y sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la compasión y de la misericordia. Las lecturas para los domingos del tiempo ordinario de este año litúrgico del ciclo C están tomadas del Evangelio de Lucas, el Evangelista de la misericordia. Son bien conocidas las parábolas de la oveja perdida, la moneda extraviada, el padre misericordioso o del hijo pródigo.
De la contemplación hemos de pasar a experimentar personalmente la misericordia de Dios. Él nos espera y nos acoge en el sacramento de la Confesión para perdonar y olvidar nuestros pecados. Su misericordia va incluso más allá del perdón de los pecados; se transforma en indulgencia que, a través de la Iglesia, alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo, consecuencia del pecado, capacitándolo para obrar con caridad, para crecer en el amor y no recaer en el pecado; Dios cura así nuestras heridas, las huellas negativas que los pecados dejan en nuestros comportamientos y pensamientos y nos empujan al pecado; la misericordia transforma así nuestros corazones para poder ser misericordiosos como el Padre. El Jubileo es un tiempo de gracia para acercarse al Sacramento de la confesión, que será ofrecido con mayor disponibilidad por los sacerdotes; y es un tiempo para acoger la indulgencia jubilar peregrinando a uno de los lugares establecidos, confesando y comulgando en la Misa, haciendo la profesión del Credo y orando por el papa y sus intenciones.
Y, finalmente, el Jubileo nos llama a ser portadores de la misericordia que hemos experimentado y nos impulsa a vivir la misericordia para con los demás en las obras de misericordia corporales y espirituales. Conociéndolas y viviéndolas en el día a día podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea.
Queridos hermanos y amigos: ¡ánimo y adelante por este camino! Que ello se note en nuestra vida personal y comunitaria y en Ibiza y Formentera la misericordia de Dios experimentada sea fuente de misericordia en nuestras acciones, en todas nuestras acciones.