Shangay Lily nunca estuvo en Shangay. Tampoco le hizo falta a este genio del travestismo que nació en una bella ciudad del mediterráneo llamada Picasso, situada al sur del sur, de un país que a la vez es muchos países y ninguno. A Shangay se le quedó el mundo pequeño. Pero su ventaja de haber nacido en el sur, le hizo que se pusiera a este por montera, y que le importara un pepino –por eso, ya saben de ser un producto del gazpacho del sur-, porque de haber sido del norte le podría haber importado todo un espárrago de Tudela, pero ya no sería lo mismo.
Activista como nadie. O mejor dicho desactivista especializado en la desactivación de estereotipos del pasado, luchó como ninguno/a contra la injusticia, la intolerancia, el racismo, el machismo y todos los ismos que se le pusieran por delante. Y tanto y tanto luchó, que su energía vital se fue desgastando de forma vertiginosa hasta consumirse joven, y todo ello a sabiendas de que se le iba la vida terrenal, y con la consciencia de saber que su entrega a la defensa de los desprotegidos y diferentes, le iba a pasar la factura del agotamiento vital que se le suele pasar a aquellos que solo piensan altruistamente en los demás.
Shangay, no solo fue Shan y Gay. Shangay fue el precursor de un movimiento que últimamente se encuentra tremendamente extendido entre nuestra sociedad. El movimiento que produce el que muchos líderes de nuestro país vayan de un sitio para otro, y a ninguna parte; y me estoy refiriendo al travestismo en efervescencia pura. Eso que está tan de moda desde hace ya demasiado tiempo. Da igual si los travestis van de Drag o si van de traje con corbata ajustado marcando paquete o si llevan melenas, vaqueros rotos o coletas recogidas. Al final todos retozan en el mismo huerto y maman de la misma teta. Ese huerto que es la política en el que la palabra cambia cada día, y en donde mantener la decencia, la compostura, y la solidaridad, no sirve de nada. Todo se disfraza de bellas palabras. Todo se engalana de epítetos, sustantivos, adjetivos y adverbios. Pero al final la verborrea chirria igual, la vistan como la vistan a los oídos de nosotros, el vulgo.
Shangay, o Enrique Hinojosa, que es el mismo sin tacones ni carmín, fueron precursores de un movimiento que se ha extendido como la pólvora; pero que ni por asomo, y como siempre suele ocurrir en la vida, y lamentablemente, el maestro, ha sido superado por el alumno, y que además existen demasiados alumnos aventajados, como aquellos fervientes seguidores del travestismo político, denominado en su corriente más cutre transfuguismo, o los que disfrazan sus capitales en paraísos fiscales; todos ellos, vivo ejemplo de lo que nos encanta el rollo este de vestirnos de lo que no somos, o mejor dicho, de lo que nos gustaría ser. Y así, y de esta guisa, imagino que Shangay LiLy, desde lo alto de sus tacones de Drag quen, observa y sonríe pícaramente con sus labios de carmín demodés, como los pobres mortales disfrazan sus distintas personalidades, mientras pretenden ser otra cosa que no son, pero que en el fondo es lo que desearían ser, aunque ni por asomo alcancen a ser una burda imitación del gran genio que fue Sangay LiLy. Descanse en paz si le dejan.