El pasado domingo 3 de abril, Segundo Domingo de Pascua, que San Juan Pablo II señaló también como Domingo de la Divina Misericordia, el Papa Francisco, teniendo presente que estamos en el Año Jubilar de la Misericordia, que siendo conscientes de la misericordia que recibimos de Dios hemos de ser también misericordiosos nosotros con los demás, anunció el domingo una colecta especial para ayudar al pueblo de Ucrania, que sufre en medio de un conflicto y que está «sediento de paz y reconciliación».
En efecto, durante la celebración de la Santa Misa de ese domingo de la Divina Misericordia el Papa indicaba en la homilía que: "El camino que el Maestro resucitado nos indica es de una sola vía, va en una única dirección: salir de nosotros mismos, salir para dar testimonio de la fuerza sanadora del amor que nos ha conquistado. Vemos ante nosotros una humanidad continuamente herida y temerosa, que tiene las cicatrices del dolor y de la incertidumbre. Ante el sufrido grito de misericordia y de paz, escuchamos hoy la invitación esperanzadora que Jesús dirige a cada uno de nosotros: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (v. 21)". Y ese envío es un envío claro: ser buenos samaritanos que ejerzan la compasión ante la situación de los hermanos y hermanas, ser personas generosas y alegres que amen eficazmente a los demás, especialmente a los más necesitados.
Y claro, después de habernos indicado ese camino, lo concreta con un hecho especial y preciso: En el rezo del Regina Coeli el Papa dijo a los fieles que las parroquias católicas en Europa efectuarán una colecta especial el 24 de abril «como una iniciativa humanitaria de apoyo» a favor de las víctimas de Ucrania, en cuyas tierras golpeadas por las hostilidades se han causado ya varios miles de muertos, y de todos aquellos —más de un millón— que se vieron obligados a dejarlas por la grave situación que perdura. Recalcó que los ancianos y los niños son los más afectados por la violencia en el este de Ucrania. La lucha entre los separatistas ucranianos apoyados por Rusia y las fuerzas del gobierno en el este de Ucrania ha dejado más de 9.100 muertos desde que Rusia se anexó a Crimea en 2014.
Siempre hemos de ser personas capaces de dar limosnas a los demás que lo necesitan más que uno mismo. Y en esta ocasión, a instancias del Papa los beneficiados serán las víctimas de Ucrania. Y claro, nos podemos preguntar: ¿Es bueno, es importante, es necesario dar limosna? Pues a ello podemos contestar que La limosna es un aspecto esencial de la misericordia. En efecto, el término "limosna" significa "misericordia" y tiene muchos modos de manifestarse. En la Sagrada Escritura, Dios nos muestra su atención especial por los pobres y nos pide que no sólo nos acordemos de ellos sino que les ayudemos con alegría.
Esto significa que la caridad requiere una actitud de gozo interior. Un acto de misericordia no puede ser un peso del cual nos tenemos que liberar cuanto antes. El anciano Tobías, en el Antiguo Testamento, nos da una sabia lección sobre el valor de la limosna. Nos dice: «No apartes tu rostro de ningún pobre, porque así no apartará de ti su rostro el Señor» (Tb 4,8). Lo que cuenta es la capacidad de mirar a la cara de la persona que nos pide auxilio. La limosna es un gesto sincero de amor y de atención ante quien nos encontramos, y, como nos exige el mismo Jesús, tiene que hacerse para que sólo Dios lo vea. Tengamos siempre presentes en nuestra vida las palabras del Señor: «Mayor felicidad hay en dar que en recibir» (Hch 20,35). Y también es involucrarse, unirse con el pobre y necesitado que puede recibir nuestra ayuda, demostrándole así que somos hermanos, hijos del mismo Padre.
Acogiendo, pues, la iniciativa del Papa, que Ibiza y Formentera que son maravillosas por tantas cosas, demuestren a través de sus parroquias también que son maravillosas y extraordinarias dando limosnas a quien lo necesitan y en esta ocasión a las víctimas de Ucrania.