La Eucarística es un misterio de fe. Misterio que no podemos comprender, que no podemos abarcar. Solo desde una actitud humilde y contemplativa, poniéndonos de rodillas ante Dios. En esta solemnidad del Corpus celebramos el gran misterio de Fe y Amor. Jesús permanece en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En la santa misa el Señor está sobre el altar desde el momento de la consagración hasta el momento de la comunión, y permanece en el Sagrario de día y de noche lleno de piedad y de amor, esperando , llamando y recibiendo a todos los que van a visitarlo. Cada vez que se celebra la Eucarística se renueva sacramentalmente el sacrificio de la Cruz. No hay ningún sacramento más saludable que éste- afirma Santo Tomás de Aquino, pues por él se borran los pecados, se aumentan las virtudes, y se nutre el alma con la abundancia de todos los dones espirituales. En la Iglesia se ofrece, por los vivos y por los difuntos, para que a todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos. El espíritu es el que da vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado son espiritu y son vida (Jn. 6,63) . Jesús dice que no podemos aceptar este misterio pensando de modo carnal, es decir atendiendo exclusivamente a lo que aprecian nuestros sentidos. Solo quien escucha sus palabras y las recibe como revelación de Dios, que es " espíritu y vida", está en disposición de aceptarlas.
La Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, es la fuente y la raíz de su existencia. Toda nuestra vida ha de ser eucarística. El que comulga dignamente permanece en Jesús y Jesús en él.