Jesús se retiraba con frecuencia para hacer oración. Cuando sus discípulos pidieron: “Señor, enséñanos a orar!. Jesús les dijo: cuando os pongáis a orar, habéis de decir: “Padre nuestro, que estás en los cielos…”. Todo lo que se puede y se debe decir al Padre celestial está incluido en las siete peticiones que todos sabemos de memoria. En ellas hay tal sencillez, que hasta un niño las aprende. Lo primero que ha de tener la oración es la naturalidad,
la confianza del hijo que habla con su Padre. Orar es hablar con Dios para tratarle, conocerle más, para amarle más. Para pedirle las cosas que Él sabe que nos hacen falta. La primera petición del Padre nuestro es: santificado sea tu Nombre. En ella pedimos a Dios que sea conocido, amado, honrado y servido de todo el mundo y de nosotros en particular.
En la 2º parte del Padre Nuestro, la tradición de la Iglesia interpreta que el pan a que se alude aquí no es meramente el pan material, ya que no sólo de pan vi- ve el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Jesús quiere que pidamos a Dios lo que no es necesario cada día para el alma y para el cuerpo.
También en el Evangelio vemos que una de las carac- terísticas de la oración ha de ser la constancia confiada en el pedir. Hemos de perseverar en la oración.
Dios jamás ha denegado ni denegará nada a los que le piden sus gracias debidamente. La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, perseverar en la oración, mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo.