La entrada de septiembre trae consigo la inexorable vuelta al cole. Pequeños y no tan pequeños vuelven a la rutina cargados con sus mochilas o carteras. Unos lo hacen con el ánimo de retomar amistades del curso anterior. Otros para retomar viejas disputas. Unos, los pequeños, afrontarán nuevos retos y aprendizajes tras un verano de juegos y descanso. Otros, los más grandes, seguirán jugando con el futuro de 46 millones de ciudadanos tras un verano de juegos dialécticos y descanso, ya sea en Ibiza, en Galicia o perdido en la sierra de Ávila.
En Ibiza, la vuelta al cole deja problemas similares a otros inicios de curso. La llegada de nuevos alumnos aumenta el ratio en las aulas y algunos barracones provisionales ya forman parte fija de los colegios como una solución vanguardista de diseño escandinavo. La cruda y vergonzosa realidad es que son contenedores de obra en los que niños de entre 3 y 14 años comen soportando hasta 46 grados en verano y frío hasta el tuétano en invierno. Pero hay más. Hay niños con necesidades especiales a los que los gobernantes ponen barreras añadidas, a ellos y a sus compañeros y profesores. Uno de estos casos se da en el colegio público Can Misses. El Govern se ha hecho el sueco y ha dejado el centro sin el personal necesario para atender a tres niños con necesidades especiales máximas. A las puertas del colegio, el presidente de la asociación de padres y el director del centro señalaron que la ausencia de profesionales de apoyo para esos tres niños comportará problemas para los pequeños y otros 70 compañeros. Situación de desamparo que también sufrirá el pequeño Diego ya que, este año, Educació ha dejado sin intérprete del lenguaje de signos al centro donde estudia.
Son las cosas que trae la vuelta al cole. Calamidades que, desgraciadamente, se repetirán en el 2017. Igual para entonces, los alumnos avanzados de la Carrera de San Jerónimo hayan aprobado alguna asignatura y tengamos Gobierno.