El pasado 18 de septiembre publiqué en este periódico un artículo -titulado cautamente ¿puede ganar Trump?»- en el que expuse varias razones por las que consideraba posible el triunfo de Donald Trump frente a Hillary Clinton en las elecciones del 8 de noviembre, algo que pocos consideraban probable en aquella fecha. Tras repasar la prensa norteamericana y europea, constato hoy con satisfacción que todas aquellas razones se han combinado para propiciar la victoria del candidato republicano sobre su rival demócrata.
Vaya por delante que, como ya escribí en su día, Mr. Trump me parece un hortera deslenguado e histriónico carente de modales, pero he de reconocer que ha demostrado tener ese instinto político que permite conectar con el sentimiento de hastío de una mayoría de ciudadanos. Mucho viene hablándose del auge de los populismos sin atender a los motivos que lo propician y que, básicamente, se resumen en uno: el divorcio entre una clase política asentada y los ciudadanos a los que debe representar. Los desvaríos de Merkel, Hollande y Cameron, cada uno en su estilo, han creado el caldo de cultivo de movimientos antisistema, también cada uno en su estilo. Por cierto, únicamente en España, Grecia y Portugal han surgido populismos de izquierda, algo que da que pensar.
Las dramáticas caídas iniciales de las bolsas asiáticas y europeas están moderándose en el momento en que escribo estas líneas (las once de la mañana del nueve de diciembre) y es de esperar que sigan haciéndolo. Trump se ha reunido repetidamente con varios miembros del equipo económico de Ronald Reagan y conviene recordar que la gestión económica de este último dio un vuelco a la situación que atravesaba los Estados Unidos a principios de los noventa. Por otra parte, se trata del país que tiene la democracia menos imperfecta del mundo, en el que el juego de equilibrios y contraequilibrios no propicia la concentración de poder en una sola persona. Es el único del mundo que nunca ha padecido una dictadura, algo que habla muy en favor de los padres fundadores (Adams, Franklin, Hamilton, Jay, Jefferson, Madison y Washington).
En resumen, pese a la oposición masiva de los medios de comunicación y los ingentes medios materiales allegados por su rival, pese a su historial de despropósitos y a su incontinencia verbal, Donald Trump se ha convertido en el cuadragésimo quinto Presidente de los Estados Unidos de América.
Queda por ver el equipo de gobierno que formará y el marcaje a que se verá sometido, no ya por la oposición y la mayoría de los medios de comunicación, sino por los propios representantes y senadores de su partido. Podría haber sorpresas.