En cierta ocasión le propuse a un superior en el Ministerio ofrecerle un puesto de trabajo a determinado compañero y, para mi sorpresa, se negó en rotundo a autorizármelo alegando que se trataba de un gafe peligroso. Teniendo en cuenta que mi jefe era -y felizmente sigue siendo- una persona de aguda inteligencia y gran calidad humana, su reacción me sorprendió mucho por considerarla absurda e irracional; sin embargo, con el paso del tiempo, he descubierto que no debe serlo tanto ya que se trata de una creencia compartida por sociedades de todo tipo; la prueba es que no hay idioma que no tenga palabra para describirlo: pájaro de mal agüero o gafe, jinx en inglés, Pechvogel (pájaro de mala suerte) o Unglücksbringer (portadesgracias) en alemán, pé-frio en portugués, oiseau de malheur (pájaro de desgracia) en francés, etc. El recurso a las aves se debe sin duda a que en la antigüedad se colegían acontecimientos a partir de su comportamiento
El Diccionario de la Real Academia define al gafe como «alguien que trae mala suerte» o «impide o dificulta cualquier diversión». La segunda definición es más racional que la segunda. Sin embargo, y aunque el citado Diccionario no los recoja, existen sinónimos muy útiles en lengua castellana. Si el gafe es portador de mala suerte para los demás, el regafe tiene la virtud dudosa de atraerla también sobre sí mismo. El sotanillo es ya un gafe superlativo que atrae desgracias graves a quienes con él se topan, saliendo él siempre ileso; por el contrario, el manzanoide sufre también las gravísimas consecuencias del mal que acarrea a los demás. Seguro que el lector ha tropezado más de una vez con pájaros de mal agüero, cenizos, aguafiestas, gafes, regafes, sotanillos y manzanoides.
Gafes ilustres los hay por doquier: el gran jugador alemán Michael Ballack, que siempre lució el 13 en su camiseta, perdió todas las finales internacionales que jugó; una tal Ann Hodges fue alcanzada por un meteorito y un tal Roy Sullivan siete veces por un rayo. Entre nosotros, se dice que el PSOE ha contado con grandísimos cenizos; Yáñez provocó el hundimiento de la réplica de la nave «Victoria» veinte minutos después de la botadura con la mar en calma; la presencia triunfalista de Zapatero en la Bolsa de Madrid en abril de 2006 provocó su inmediato y subsiguiente hundimiento en cuanto la abandonó; a finales del mismo año, un no menos triunfalista discurso de fin de año provocó al día siguiente un descomunal atentado terrorista en Barajas y tras haber albergado a Romano Prodi en la cumbre hispano-italiano de Ibiza, el experimentado político italiano presentó al día siguiente en Roma su dimisión: «Giuseppe-Luigi porta iella», debió pensar el bueno de Prodi; su apoyo a Ségolène Royal frente a Sarkozy fue también funesto, como lo ha sido el de Pedro Sánchez de la Preveyéndola e Iceta, su gogó del Llobregat, a Hillary Clinton.
Con los gafes pasa como con las meigas: por mucho que uno no crea en ellos, «haberlos haylos».