En el verano de 1967 había diez establecimientos en la zona que conocemos como West End. Seis de ellos se encontraban en la Calle Santa Inés y todos desarrollaban sus actividades en los sectores de discotecas, bares, restaurantes y cafeterías. A principios de la década de los 70, la zona en cuestión se enriqueció de foma notable de nuevos establecimientos y durante las siguientes décadas no paró de crecer.
A mediados de los 70, las aglomeraciones de gente eran considerables y el Ayuntamiento de Sant Antoni decidió dar permiso a los empresarios de la zona para que llenaran las calles Santa Inés y Colón de sillas y mesas. De esta forma, se evitaría la formación de masas de gente de pie y las aceras laterales quedarían a disposición de los peatones para la circulación. Las medidas adoptadas representaron un acierto total y fue cuando se decidió denominar este área West End.
En la década de los 80, concretamente en el año 1987 y dado el éxito de la zona, el ayuntamiento decidió peatonalizar el West End. La mencionada institución propuso a los empresarios de la zona que financiaran la peatonalización a cambio de permitir que las fachadas fueran ocupadas con sillas y mesas. Los espacios en cuestión contaban con dos metros de anchura y se delimitaban con jardineras. Tratándose el West End de una zona de ocio nocturno, el horario de las terrazas iba desde las 21.00 horas hasta el cierre de los establecimientos. Personalmente, pagué unos 42 metros lineales de fachada con un total de unos 150 metros cuadrados y siete jardineras por un valor aproximado de un millón de pesetas. Las fachadas comprendían las mías y las de mi vecino.
A mi entender, después de lo expuesto, se puede deducir que lo que en realidad se hizo fue un pacto, con sus relativos derechos y obligaciones, entre el ayuntamiento y los empresarios. La nueva ordenanza propone retirar las terrazas a las 23.00 horas. Tengamos en consideración que, siendo precisamente una zona de ocio nocturno, es únicamente a partir de las once de la noche cuando empieza a transitar gente en el West End.
Considero esta nueva medida un sinsentido y con toda humildad opino que no es justo que de forma unilateral se rompa este ‘pacto', ya que ello perjudicaría enormemente al conjunto de unas 60 pequeñas empresas que operan en el West End. Esto sin mencionar el perjuicio que causaría a infinidad de trabajadores y a sus respectivas familias.