Por mucho que avisen o amenacen los políticos, los pitiusos ya han aprendido a defenderse y no se esconden cada vez que los podemitas anuncian multas tremebundas a quienes alquilen sus apartamentos o viviendas a los turistas. Simplemente, ellos también han invertido sus ahorros en ladrillo y consideran injusto que solo se aproveche de la marabunta la minoría corporativa de las hostelería en general.
Ya se sabe que alquilar un inmueble a un turista no es ilegal en principio, siempre que tengas los papeles en regla y liquides con Hacienda. La Ley de Arrendamientos Urbanos es expeditiva y protege al propietario. Lo único que no puede ofrecer el arrendador es un servicio turístico profesional: ni dar desayunos, ni lavandería ni taxi ni nada por el estilo. Quien no sepa cómo hacerlo que consulte con un abogado o con algún vecino. No tiene el menor secreto. Y ya digo, siempre que no se moleste a los vecinos, nadie puede reprocharte ni sancionarte nada.
Si hablamos de ruido ¿dónde no lo hay? Es imposible abstraerse en las Pitiusas en algún rincón silencioso y relajante. Todo el mundo se considera con el derecho o la obligación de amenizarte la vida con estos estropajosos ritmos solo soportables si estás bajo el efecto de alguna droga. Por ello, suelo explicar que Ibiza causa dos placeres complementarios. El primero, la alegría de llegar a la isla, recorrerla y disfrutarla. Y el segundo, al cabo de unos días, el inmenso placer de poder irte para librarte de la tortura veraniega.
Mientras tanto, la vida seguirá con su ritmo industrial. Incluso los anclados en el campo, se alivian y alquilan su casa veraniega. Seguramente volverán en invierno mucho más ricos.