Es inútil pedir al Pacte prudencia y efectividad, tanto si es el Consell de Ibiza como el de Mallorca o el mismísmo Govern Balear. Han venido a facturar, a incordiar y a crear problemas, no a resolverlos. Tampoco sabrían aunque quisieran.
Una lista de sus primeros años en el gobierno pone los pelos de punta. A bote pronto, recuerdo la pegajosa campaña para derribar el monumento Sa Feixina en Palma, contra la opinión de la mayoría de ciudadanos; su obsesión por desenterrar calaveras y rebautizar el callejero. En conjunto se antoja una enfermiza operación de revancha que no es útil para nadie. Otra injusticia y además ilegal por antonomasia es la sañuda persecución del idioma español en escuelas y todos aquellos ámbitos que pueden mangonear. La inmersión es una de las canalladas históricas que tendrá consecuencias lo largo del tiempo.
Solo por cansancio y desesperación de los padres se explica el entreguismo y el abandono de la lucha. También por la activa colaboración de una gran parte de los medios de comunicación de Baleares.
La inmersión es ilegal y hay que combatirla, como estos modernos agitadores se opusieron a los cuatro años de José Ramón Bauzá. No hubo paz en las calles hasta que ellos ganaron las elecciones. Ahora que mandan, fíjense bien, ¿han visto asaltos a las consellerías, agresiones en las calles y violencia o alborotos? Ni uno. Es evidente quien los causaba y cuál es el único lenguaje que entienden. A consolidar su totalitarismo catalanista ellos llaman normalización. Y hablan con palabras suaves, como mosquitas muertas que nunca hubieran roto un plato.
No olvidemos sus intentos de prohibir los toros, de cambiar la hora de Baleares, y las subidas y creación de impuestos implacables. Etc.