En este truculento verano, donde la isla queda manchada de sangre con una frecuencia enojosa, causa placer descubrir que hay alguien que lucha por los tambores, aunque no el típico de Ibiza, que en realidad es un tamboril.
Tantos heridos, tantas muertes nos abruman y nos ponen ante una pregunta: ¿entonces el peligro no eran las antiguas carreteras?
Que media docena de bongós o de congas reunidos en Benirrás te rompan los nervios, por su persistente percusión en un área de descanso, se puede sobrellevar.
Que se reúnan dos docenas o más, ya nos despierta cierta inquietud. No solo porque ellos al ruido le llaman música, sino porque la congregación de tantos visitantes en un punto que no tiene salida si no es por el mar nos plantean un problema serio de seguridad, de supervivencia, como quedó demostrado en el último incendio forestal de la zona. Y que se resolvió gracias a la generosidad y presteza de los particulares que se acercaron con su lancha a recoger gente desde el mar.
Comprendo que la tamborrada de Benirrás se haya convertido en un falso fleco del hippismo de los años 60 y 70, pero aquello se acabó. Is over. Y además nunca se celebraron estas tamborradas en tiempos hippies, por eso nunca existió necesidad de prohibirlas. Ahora se sienten profesionales. ¿Sí? Que se saquen las licencias y que se busquen otro sitio más seguro de fácil evacuación. Benirrás es muy frágil y a ustedes nadie les ha llamado.