Tiro y Sidón son dos ciudades en la costa del Mediterráneo, hoy día pertenecientes al Líbano. En esta región los habitantes eran paganos. Venida de aquellos contornos una mujer cananea se puso a gritar: ¡ Señor, Hijo de David, apiádate de mí ¡ Jesús, aparentemente habla a la cananea con mucha dureza. He sido enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La mujer no pertenecía al pueblo hebreo. El Señor vino a traer su Evangelio al mundo entero, pero directamente El sólo predicaría a los judíos; los Apóstoles, por mandato de Cristo, se encargarán más tarde de evangelizar a los paganos.
El diálogo entre Jesús y la mujer cananea es de una belleza singular. Jesús le dice: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Es verdad Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de las mesas de sus amos. Entonces Jesús le respondió: ¡ Grande es tu fe, mujer!. Hágase como tu quieres. Su hija quedó sana en aquel instante. Aquella madre pedía la salud para su hija, y mereció uno de los más grandes elogios del Señor. Así deber ser nuestra oración. Perseverar aunque parezca que el Señor hace el sordo y no quiere atendernos. La oración siempre es fecunda.
Jesús en el Evangelio nos habla de la oración perseverante, sin desanimarnos. Nos habla de la eficacia de la oración, y nos dice: ¿ Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a media noche y le diga: “Amigo, préstame tres panes porque un amigo mía ha llegado de viaje y no tengo que ofrecerle?. “ No me molestes, ya está cerrada la puerta, yo y los míos estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”, respondió el amigo.
Os digo que sí no se levanta a dárselos por ser amigos, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite. Así, pues, yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Si vosotros, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿ cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden? ( Lc,11, 5-13). El Espíritu Santo es el don supremo de Dios, la gran promesa que Cristo hace a los discípulos, el fuego divino que desciende sobre los Apóstoles en Pentecostés, y los llena de fortaleza y libertad para proclamar el mensaje de Cristo.
La oración es el gran recurso que nos queda para salir del pecado, perseverar en la gracia, mover el corazón de Dios y atraer sobre nosotros toda suerte de bendiciones del cielo.