Qué tipo de música pinchaban en la plantación de marihuana recientemente desmantelada? Lo primero que se me ocurre son unos ardientes mariachis regados con las miles de botellas de tequila que se bebieron Chavela y José Alfredo, pero posiblemente fuera un espantoso hilo musical de supermercado, como ponen en algunos restaurantes donde los comensales solo conversan por el móvil.
¿Y qué decir de las ensaimadas infectadas con salmonella? Uno de mis desayunos ocasionales en la canalla madrugada era una tierna ensaimada acompañada por un Campari, reminiscencias de un pasado isleño que guardaba gran respeto por la cocina y el bar.
El verdadero alioli, por ejemplo, es hoy muy raro de encontrar. La mayoría de garitos ofrecen una abominable mezcla con huevina porque no quieren ligar como Dios manda el ajo y el aceite. Incluso algunas bestias cursilísimas pretenden desterrar el ajo de la cocina mediterránea, como un restorán absurdo del paseo marítimo, de cuyo nombre no puedo acordarme, que presumía de alta cocina catalana. Cuando pedí ajo para unas tostas un relamido maître respondió que ellos «no trabajaban con tal producto». «Pues vayan a Cipriani y pidan ajo para mí». Huelga decir que lo único aceptable fueron el ajo que sí tenían los volubles italianos y las anchoas.
¿Y los fastidioso drones? Llevo ya tres derribados en el jardín gracias a mi etílica puntería. Ahora quieren emplearlos en Formentera contra la pesca ilegal. También los emplean los cacos de la Costa Azul para asaltar casas, así que haría bien en regularlos mejor.