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OPINIÓN | Pedro Calvo

¿Qué pasa si no cambiamos?

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Es obvio que nos acercamos al 1 de Octubre en las peores condiciones imaginables y no hay ni diálogo ni verdadero debate. ¿Qué pasa si Puigdemont no acata las decisiones del Tribunal Constitucional cuando este suspenda inmediatamente la Ley de Referéndum tras ser recurrida por el Gobierno? El Gobierno ya ha avisado a la Generalitat de que retirará las urnas si es que estas existen y se instalan. ¿Alguien ha pensado qué pasa si se pone en trance de enfrentamiento armado a los cuerpos de seguridad del Estado y de la Generalitat? ¿Quién cargaría de verdad y claramente con la responsabilidad de todo lo que sucediese? Me parece que dar unas respuestas a estas cuestiones debería ocupar la mente y la actividad de los dirigentes políticos en lugar de seguir con este disparatado intercambio de estupideces y animaladas. Es posible que no sean conscientes de que faltan tres semanas para la fecha fatídica del pretendido referéndum y que eso son muy pocos días para arreglar la enorme torcedura que se ha producido en la convivencia entre los españoles de ambos lados del Ebro.

No sé si el lider de Podemos ha sabido explicar eso de que el referéndum es legítimo en democracia y defender la consulta y la continuidad de Cataluña en España. Al menos tendría que haberlo explicado mejor para evitar moverse en un terreno de ambigüedad que solo conduce a más confusión. Es un ruego que dirijo a Pablo Iglesias, como pido a Pedro Sánchez que explique mejor eso de las distintas naciones que anidan en España. Estas cosas son demasiado serias y graves como para despacharlas con unas frases carentes de rigor y de sutileza. Rajoy ha dicho que el referéndum es ilegal y una estafa para la democracia y Puigdemont ha afirmado que la estafa sería impedir su celebración, pero ninguno de los dos ha explicado con finura lo que quieren decir ni han explicado cómo piensan evitar las consecuencias siniestras de unas u otras decisiones. Y los españoles, mirando al cielo y esperando soluciones que no se atisban por ninguna parte.

Pero es que ocurre, y me incluyo el primero, que no todos los medios de comunicación ni de redes sociales cooperan con sutileza a la aclaración del horizonte y a menudo se dejan llevar también por ideologías y visiones parciales de la realidad, lo que no facilita al ciudadano medio la comprensión de la intrincada cuestión que tenemos entre manos. Quiero decir que la responsabilidad es de todos, ya que lo que nos estamos jugando es mucho más que la satisfacción de unos particulares modos de ver el mundo y la realidad española. A la vista de todo esto, creo que lo mejor para intentar seguir adelante sería un gran voto de humildad por parte de todos, ante le convicción de que no hay otro camino que el de intentar colocarse cada uno en el lugar del otro y encontrar así un diálogo libre de prejuicios y de carrazones mentales. Pido a todos que lo intentemos.

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