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OPINIÓN | Antonio Casado

Rufián y el «día del Caudillo»

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Hace falta ser necio para reconocerse de izquierdas en la aversión a Franco, muerto hace cuarenta y dos años. Quien me inspira es el portavoz adjunto de ERC en el Congreso de Diputados, Gabriel Rufián, izquierdista donde los haya. Cráneo privilegiado. Ha dicho que la muerte verdadera de Franco y el franquismo se va a producir en las urnas del uno de octubre.

Si la ignorancia no fuera tan atrevida, Rufián sabría que el uno de octubre se celebraba el «Día del Caudillo» durante las cuatro décadas de la lamentable dictadura franquista, evocando el día de 1936, cuando en Burgos el general Franco asumió todos los poderes (militar, político y casi hasta religioso). En principio, para ganar la guerra civil, pero el infausto reinado duró hasta su muerte en noviembre de 1975. Y mire usted por donde el tal Rufián quiere matarlo-resucitarlo en otro uno de octubre por cuenta de una pulsión identitaria históricamente incompatible con el ideario de la izquierda.

Es claro que Rufián no se refiere al uno de octubre franquista sino al uno de octubre de pretensiones separatistas, metidas con tramposo y antidemocrático calzador en nuestra zurrada agenda política. Ocurrió el día en que el Parlament quedó a la altura del betún y, confirmando los temores expresados por Tarradellas después de la muerte de Franco (»En política se puede hacer todo, menos el ridículo») hizo un ridículo universal apadrinado por Puigdemont y sus costaleros de ERC y la CUP.

Cuando este correoso diputado, izquierdista y republicano donde los haya, se refiere al referéndum del uno de octubre que busca la ruptura con España, alguien debería explicarle que la República encarceló a mil personas tras la proclamación independentista del 6 de octubre de 1934. Por eso digo también que hace falta ser imbécil para reconocerse izquierdista y republicano en el actual desafío a un Estado legítimo y democrático en nombre de una pulsión tribalista.Nos dice en la radio el filosofo Manuel Cruz que el problema de las personas de izquierda en Cataluña es que no dan la cara en defensa de la ley y la democracia por no correr el riesgo de ser asimilados al PP. Prefiero creer que es por no correr el riesgo de pasar por malos catalanes. Si solo fuera por desmarcarse del PP, es que la izquierda habría desertado de la razón, pues la defensa de la ley, la democracia y el estado de Derecho se antepone en sí misma al alineamiento o desalineamiento con tal o cual partido político.

Ya es aberrante que una mente de izquierdas renuncie a defender la democracia por si lo confunden con el PP. Pero más aberrante aún es que una mente de izquierdas, de siempre internacionalista y defensora de los más desfavorecidos, se sume a la causa tribal del nacionalismo catalán, cuando tantas pruebas ha dado este de que se pasan por el arco del triunfo los usos y costumbres de un régimen democrático. Y esa es la causa que abraza Gabriel Rufián.

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