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OPINIÓN | Adrián Moreno

Reformar a ritmo de la conga

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La reforma constitucional abandera las tertulias como agua milagrosa de San Isidro que solventa las calenturas que atormentan en estos tiempos. Esta cuestión ilustra bien la actual orgía fósil de escenificaciones callejeras y autohalagos legislativos vestidos con traje de lunares. Están los pueriles rebeldes que desatan la igualdad en una venidera reforma de la Constitución; quienes ven en ella los colmillos del pitbull de la vecina del cuarto; y los que prefieren no bailar con la novia cadáver. El consenso no ha llegado al patio. Imprescindible si no queremos una situación alocada de reformas y contrarreformas. Si rebobinamos un poco, las únicas dos modificaciones de la Carta Magna han contado con un amplio acuerdo de las fuerzas políticas. El arrinconarse en el autoengaño es de golpista, no grato en nuestra Carta Magna. Hablar de reformas constitucionales no es moco de pavo. Hace 39 años, España vivió un proceso constituyente de idas y venidas que acabó con un acuerdo tácito del arco parlamentario. Poco después dio a luz a la Constitución del 78. Esa vez supieron responder al reto histórico. Es el turno de la España del marianismo torcuatista, el socialismo de camastrón, el riverismo ‘emprenyat', el pablismo de tele y sofá y el masoquismo balbuceante de Puigdemont y Junqueras. La copla del 78 rechaza ser instrumento partidista. Tampoco debe ser tomada a la ligera, sabiendo que en nuestra historia constitucional este dato no tiene precedentes. Conviene tener claro qué reformar, cuándo hay que acometer cada reforma y cómo hacer para que todo eso traiga sus frutos para la petición de los españoles de carné y/o sentimiento. Todo ello con calma, criterio, en bloque y sin trato especial para ninguna comunidad autónoma, aunque con los hechos diferenciales existentes encima de la mesa. Ellos verán lo que hacen. Todo se puede mejorar. No caigamos en la tentación de considerar la reforma como carne cruda para los golpistas. Es viable consensuar un cambio de rumbo. Siempre con la unidad como bandera. ¡Que empiece el baile!

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