Tras la deslealtad y la sedición, la cobardía. Carmen Forcadell, pieza clave en el movimiento separatista catalán, reniega del «procés» para evitar la cárcel. Se libra de la prisión pagando una fianza .Ahora resulta que según su decir la declaración de independencia en el Parlament solo tuvo un «valor simbólico «. La perspectiva de pasar una larga temporada entre rejas mejoró tanto y con tanta velocidad su percepción de la realidad que optó por acatar el marco constitucional (incluido el Art. 155), renunciando a su papel de mascarón de proa del proceso separatista.
Al renegar del corolario del «procés» ( la proclamación de independencia ) al que tanto había contribuido primero desde la presidencia de la ANC (plataforma de agitación y propaganda) y después con su actuación sectaria en la presidencia del Parlament, Forcadell da la medida de su doblez y falta de coraje.
Tras arrastrar a miles de ciudadanos hasta el precipicio, la que tanto gustaba de su papel de «Pasionaria» del «procés» se ha derrotado a las primeras de cambio. Han bastado un juez, un fiscal y la ley. La ley que es igual para todos y que emana de la Constitución que en su día aprobamos entre todos. «Ni un paso atrás» proclamó Forcadell el pasado 27 de Octubre llamando a defender las instituciones catalanas suspendidas (legalmente )por el Gobierno de España al aplicar del Artículo 155.Poco perseveró en el desafío.
El encarcelamiento de Oriol Junqueras y otros exconsejeros del disuelto «Govern» ha debido ser un serio motivo de reflexión para quien tanto desasosiego ha contribuido a crear en la sociedad catalana. Hoy sabemos de la falta de coherencia de quien a tantos embarcó en una ruta hacia la ruptura de la convivencia en Cataluña. Más de uno habría esperado de Forcadell un rasgo de dignidad similar al que en su día llevó a Fidel Castro a proclamar aquél famoso: «La Historia me absolverá» de su alegato exculpatorio ante el tribunal militar que en 1953 le juzgaba por el asalto a un cuartel de la ciudad de Santiago de Cuba. Fue condenado a 15 años de prisión.
Castro demostró entonces el coraje de quien asume las consecuencias de sus actos. Nada que ver con los personajes de la farsa separatista catalana.