Una vez me dijo Edith Sommer, ex esposa de Clifford Irving, que para entender el espíritu de su historia y los matices de sus escándalos internacionales, había que conocer el ambiente de aquella época de Ibiza, un ambiente de locuras simpáticas, por decirlo de alguna manera, pero que analizadas fríamente eran auténticos disparates que pondrían los pelos de punta a cualquier persona sensata. Disparates y delitos graves.
Mientras estuvo casado con la pintora suiza Edith, Clifford escribió muchos artículos y encontró un filón que le pondría en el mapa internacional de los editores: la biografía del falsificador húngaro apátrida Elmyr de Hory Boutin. Aquella edición enardeció aún más al cómplice homosexual Fernand Legros, quizás el mayor enemigo de Elmyr y el causante de su suicidio al solicitar la extradición a Francia.
El asunto tomó alcance y morbo. Tanto que Legros publicó sus memorias y más tarde lo haría el tercero en discordia, Real Lessard, que ahora vive en Marruecos.
En este contexto también se movía Clifford. Una de sus locuras más inocentes, tratando con el antropólogo Desmond Morris era traerse un elefante de la India a Ibiza. Pero los chascarrillos se multiplicaban y se contaban en las terrazas soleadas del Montesol.
Y ahí pensó el escritor que era el momento de aprovechar un manuscrito que había llegado de forma oscura a sus manos: la vida del excéntrico multimillonario Howard Hughes. Fue su perdición y su consagración. Ahora ha fallecido a los 87 años.