El Café de las Orgías. Así se conocía a la taberna ‘La Bohemia', un garito en el que ya me hubiera gustado beber varias botellas. Un bar sin medias tintas, de gusto canalla y decadente, con cierto aire de perdición y benditas mujeres ligeras de cascos.
«Preferimos ser simbolistas y desequilibrados, y aún locos y decadentes, antes que decaídos y mansos», afirmaba acodado en su barra el pintor y pirata arqueológico Santiago Rusiñol.
Enrique Fajarnés Cardona glosa esta taberna de aire maldito y temida por gentes pacatas en ‘La Ibiza de Nuestro Tiempo'. Un libro idóneo para conocer la Ibiza de hace muy poco que ha cambiado tantísimo con el auge de filosofías new age y música electrónica.
Estaba localizado en la calle José Verdera y tenía fama de no cerrar nunca sus puertas: «Borrachos y putañeros se hallaban a gusto en él. Las sobrecenas con mujeres, en sus piezas reservadas, fueron famosas. Un capitán de artillería, alcohólico incorregible, murió con la copa en un puño». Dícese que Mariano Riquer, que también la visitaba, comentó: «Ha mort al peu d´es canó…».
Su último propietario fue Joan Gallet «alto, pausado, grandes bigotes, abdomen favorecido sin exageración. Buen cocinero, guisaba para sus parroquianos platos convenidos. Fue, como es de suponer, gran bebedor, virtud de taberneros ibicencos, que predicaron siempre con el ejemplo. Tras el mostrador, Gallet simulaba, con unas palmadas, petición del cliente. «¡Voy!», decía. Y volviéndose de espaldas, bebía de un sorbo la copa que tenía siempre colmada entre las botellas de anaquel. Cuéntase que a ciertas horas servían absentas a los que, desconociendo el hombre y el lugar, le pedían horchatas. Las dos bebidas tienen parecido color. Se les acercaba con rostro severo, casi amenazante: «¡Aquestes son ses meues orxates!».
Tengo la fortuna de conocer taberneros así, pero están en peligro de extinción.