Ni soy juancarlista, como Peñafiel, ni cortesano, ni suelo ver telebasura, pero sí he visto esa conversación entre Évole y don Juan Carlos. Me gustó cuando el Emérito le cuelga en seco el teléfono al monosabio. El Follonero no se limitó a lo pactado, que consistía en que el monarca hiciera un discurso áulico de Supergarcía. Comenzó destapando la cochambre de la caza en Botswana y el rey las vio venir y le dijo lo mismo que le dijo Umbral a la Milá, «que yo he venido aquí a hablar de mi libro», o lo que le dijo a Chávez, «¿por qué no te callas?». El Emérito te concede uno de sus momentos, cosa rarísima, y tú sobrado de cortesía le espetas que quieres entrevistarle con la sana intención de sacarle los trapos sucios. ¡Es alucinante!
Mira Jordi, creo que no te van a conceder el Toisón de oro, ni una entrevista real para que la sextees y la convierta en irreal. Es lógico que al ser tú periodista quieras que don Juan Carlos aclare algunas oscuridades de su reinado que también tuvo sus luces porque antes había una dictadura, pero eso no es óbice para que tú utilices la grosería con una persona que no hace declaraciones en el aire casi nunca y tiene el detalle de hacerlas en tu programa. Es más, si don Juan Carlos no hubiera pilotado la Transición, tu programa no existiría. Por lo menos, el Loco de la Colina hacía unas entrevistas pausadas y muy inteligentes, lo mismo sucede con mi amigo Sánchez Dragó. Y qué decir de aquellas entrevistas elegantes y llenas de contenido de Soler Serrano. ¿Hay que ser soez para que la audiencia se embrutezca y aumente? Ese es el nuevo estilo de los que no tienen estilo.