Hace unos días, Felipe González, que con luces y sombras fue un presidente que tenía sentido de Estado y prestigio internacional, dijo que no se sentía reconocido en el líder de su propio partido, que, además, ha sacado una batería de medidas para volver a recordarnos la guerra civil con la idea de quitarle votos al vivero podemita. Después de Felipe y Aznar vino ZP con el Plan B y aquel Solbencias (el ministro que dijo, estando España en la ciénaga, que no había crisis) y eso ya fue el non plus ultra porque igual que hay años que son antes de Cristo y otros que son después de Cristo, hay una España prezapateril y otra postzapateril.
Zapatero fue el inventor de la nadería como arma política, y un inventor que ha tenido mucho éxito viendo a muchos de los políticos actuales, su modelo ha cuajado. O sea, en vez de abordar los problemas reales de la gente te dedicas a crear eufemismos y universalismo para reconfortar el alma de la peña, mientras las vidas económicas de los españoles se iban al garete y el paro se disparaba.
ZP fue el inventor con Bibiana&Cia de la educación para la ciudadanía que hoy disfrutamos porque es una educación de risa, basada en cuatro consignas del tipo hay que acabar con la pobreza (¿cómo?, eso no lo dices), los ricos son todos muy malos, tienes derecho a ser okupa, Refugees Welcome (todos), hay que hacer una alianza de civilizaciones aunque el país con el que la haces te mande yihadistas. Fue tal la retahíla de postparidas elementales de parvulario que nos regaló ZP que su cultivo, lejos de quedarse en barbecho, ha crecido con la fuerza y esplendor como podemos comprobar hoy.
Opinión/Jesús García Marín
La herencia de ZP
Jesús García Marín | Eivissa |