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Opinión | Jesús García Marín

La contracorriente

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Prefiero la contracorriente a la corriente. En la vida hay amigos, conocidos y saludados. Uno de mis saludados es Federico Jiménez Losantos, que acaba de publicar un libro irreverente sobre el comunismo que va desde el realismo socialista al irrealismo básico de la Tuerka. Federico, para muchos, es un apestado, pero por su tremendo arsenal cultural es muy difícil que los leones más fieros le tosan incluso en el Coliseo. Siempre dispone de una notable carga argumental por lo que a sus adversarios no les queda otra que descalificarlo llamándole facha. Federico va mucho a Mallorca, una vez me lo encontré en la puerta de embarque de Barajas, me extrañó que siendo un personaje tan famoso nadie le saludara; vamos que los zombies de la terminal le hacían el vacío, parecía que era radioactivo o el anticristo. Fui el único que le estrechó la mano. Si en aquella terminal hubiera estado alguna celebrity de la telebasura, los pasajeros se hubieran volcado a selfíes, pero con el antifáctico Federico —recordemos que los echaron los catalanistas de Catalunya, los curas de la COPE y el magnate Polanco de Antena 3— nadie se hacía. ¿Por qué?: primero porque vivimos en un país de etiquetas y de consignas, no quieren que pienses por ti mismo; segundo, porque defender la libertad de expresión con valentía, aquí no se perdona, van raudo a por ti. De Losantos valoro, como Escohotado o el Loco de la Colina, su inteligencia, cultura y amenidad más su salero e ingenio al criticar sin cortarse un pelo. Algunas veces no estoy de acuerdo con sus comentarios, pero como decir que escuchas o lees a Losantos es tan políticamente incorrecto, pues eso la verdad, a día de hoy, no tiene precio.

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