A lo largo del año, y especialmente en estos meses de verano, en nuestras Islas de Ibiza y Formentera tenemos unas buenas y muy admirables fiestas en honor de la Virgen María con tanta participación de gentes y también, con alegría de todos, de las dignas autoridades así como de muchos turistas que nos visitan y disfrutan de las esplendidas circunstancias de este territorio.
Así fue una estupenda fiesta la de la Virgen del Carmen, celebrada en siete lugares de Ibiza y dos de Formentera con tantas participaciones y procesiones también por el mar, de donde la Virgen con ese título es la patrona. Yo tuve la suerte y la alegría de poder participar este año en tres de esas fiestas: en Portinaix, en Vila y en San Antonio. Y allí vi tantísima gente tan buena.
Después el 5 de agosto tuvimos la fiesta de la Virgen con el titulo de las Nieves, que es patrona de nuestras Islas, una fiesta preparada con el triduo de los días 2,3 y 4 de agosto y la procesión de la noche del sábado 4 hasta la Catedral con su imagen. El próximo miércoles tendremos en todas las parroquias, y de forma especial en la Capilla de Cala Llonga que lleva ese título, la solemnidad de la Asunción de la Virgen a los cielos. Y un poco más adelante el 8 de septiembre tendremos la fiesta de María Madre de Jesús en la parroquia del barrio de Jesús.
Esas fiestas son una cosa muy buena, porque ponen ante nuestros ojos la figura de María, Madre de Jesús y Madre espiritual nuestra. Y eso lo leemos en los Evangelios.
La Virgen María hace su aparición en los Evangelios al acoger con alegría y fidelidad la invitación que le dirigió el Arcángel San Gabriel en nombre de Dios. Y ese gozo y ese imitar al Señor siendo buena y misericordiosa la llevo a salir enseguida al encuentro de su prima Isabel y cantar las maravillas del Señor que había devuelto la fecundidad a una mujer estéril y que se disponía a colmar las aspiraciones de los más sencillos y humildes.
Bajo el aliento del mismo Espíritu fue realizando la 6 peregrinación de la fe como discípula misionera, siguiendo de cerca la entrega de Jesús hasta la muerte y haciéndose presente a los pies de la Cruz.
Y como nos dice el Evangelio de San Juan, Jesús crucificado, antes de morir puso bajo las manos de María y bajo su cuidado a la Iglesia entera, representada en el discípulo amado, cuando debían afrontar un futuro difícil y cargado de incógnitas. Fiel a su misión ella está desde el principio en el seno de la Iglesia naciente para acoger el don del Espíritu Santo que animaba a la Iglesia a salir a la misión entre todos los pueblos del mundo.
Y ascendida al cielo, como celebramos el próximo miércoles, estando así junto a su hijo resucitado, sigue actuando como Madre que acompaña a sus hijos, que somos nosotros, actuando como ayuda, consuelo y maestra. Por eso, el pueblo cristiano la reconoce y la venera con gozo y alegría.
«María, la estrella de la nueva evangelización- como la llama el Papa Francisco- contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana…, la mujer orante y trabajadora en Nazaret y Señora de la prontitud que sale de su pueblo para auxiliar a los demás sin demora» (Evangelium gaudium, 288). Así la Virgen nos enseña que es la humilde servidora del Señor, la gran evangelizadora, con la certeza de su fe, la fuerza de su esperanza y la profundidad de su amor. Y siendo conscientes de ello, celebremos sus fiestas para ayuda nuestra y gloria suya.