Cuando hace treinta años se planteó la posibilidad de exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos, el Estado encargó un informe. En el mismo, un fino y erudito pensador republicano, García Trevijano, llegó a la conclusión de que no valía la pena la exhumación porque contribuiría a «radicalizar la opinión» y no había precedentes de un hecho como el que se pretendía llevar a cabo.
Lo cierto es que ayer, Sánchez, tras reunir a sus ministros en una finca de Toledo, como en la Escopeta Nacional de Berlanga, ha promulgado un Decreto Ley para ahumar y exhumar a Franco, que el Parlamento aprobará seguro, dado que nacionalistas y antisistema tienen las llaves hasta del sepulcro del Cid.
Pienso que en realidad todo este asunto es electoralismo barato, pero de paso contribuye poderosamente a lo que dijo aquel demócrata que fue Trevijano: «a radicalizar a los españoles», a radicalizarlos para que Sánchez de forma ruin consiga diez escaños más y siga siendo minoría dependiente de un grupo de antiespañoles.
El fin justifica los medios y si hay que cainizar a la sociedad entera hasta la médula para que unos pocos se monten su vida, pues se hace. Por otra parte, ese reduccionismo con el que se analiza la historia ahora poniendo cuatro tópicos sobre la mesa y no animando a la gente a que lea y se forme una opinión detallada, es otra arma de combate que hoy funciona a la perfección. Por si fuera poco, sobre el día de la exhumación la portavoz del PSOE ha dicho que ese dato se ocultará a la ciudadanía, por no añadir la forma en que quieren controlar el Senado. Y estos son los demócratas...