Esta semana han empezado las excavaciones en el Cementeri Vell de Vila para tratar de encontrar los cuerpos de al menos 75 asesinados durante la Guerra Civil y que se supone se enterraron allí sin que sus familias pudieran darles una sepultura digna. Detrás de cada una de estas personas asesinadas, como también sucede con los que están enterrados en la catedral, hay una historia de dolor y sufrimiento que sus familiares llevan arrastrando más de ochenta años. Los motivos por los que partidarios de un bando o del otro, si es que en algún momento tomaron partido, dan exactamente igual porque no existe ninguna razón por la que asesinar a un hombre o a una mujer. Durante la contienda y en la posterior dictadura se escribieron las peores páginas de la historia contemporánea de este país, que en pleno siglo XXI no puede permitirse tener compatriotas enterrados en las cunetas de sus caminos.
En estos días oímos más que nunca que abrir fosas es cerrar heridas. Y por muy manida que empiece a estar esta sentencia no deja de tener todo el sentido del mundo. Las familias se merecen saber dónde descansan sus seres queridos y quitarse de encima este peso que llevan décadas cargando sobre sus espaldas. Cueste lo que cueste. Por el bien de la reconciliación. Porque nada sería tan deseable que un día, más pronto que tarde, los homenajes que ahora se llevan a cabo por separado cada 14 de abril o 13 de septiembre se realizaran conjuntamente para recordar a todas las víctimas de una guerra que en Ibiza tan solo sirvió para provocar dolor por culpa de las revanchas personales entre vecinos y familias.