Dicen que la Justicia es ciega, pero en Ibiza lo que está es chamuscada. El incendio del edificio que albergaba los juzgados y expedientes irrecuperables (por no estar digitalizados) podría ser tanto un intencionado acto mafioso como una negligente consecuencia, pues las quejas por el mal estado del bloque eran escandalosas.
Pero en la calle pocos creen que fuera un accidente y en la barra del bar hay teorías conspiradoras que dejan al novelista John Grisham al nivel de un tierno becario. Cui prodest. ¿A quién beneficia? El juez decano Juan Carlos Torres llevaba años alertando de la mala situación del edificio, pero también protestó por la falta de vigilancia nocturna, que actuaría como un factor disuasorio. El incendio ha sido espectacular, pero no tan sorprendente por los muchos intereses en juego.
En las Pitiusas, como en todo el Levante turístico, se dan cita organizaciones mafiosas internacionales que no siempre vienen de vacaciones. Posiblemente la mafia más poderosa siga siendo la propia ibicenca, digna descendiente de osados contrabandistas que guardan un cierto código isleño. Pero la competencia es feroz y cada año que pasa aumenta la presencia de importantes organizaciones forasteras que poco respetan la Ley Payesa, que aunque no esté escrita suele ser efectiva.
De momento la actividad judicial isleña está paralizada, la acumulación será tremenda y para muchas causas se teme un retraso de años, lo cual ya es una injusticia. No extraña que haya un cierto ánimo quemado. ¿Sabremos alguna vez lo que pasó realmente? Los accidentes pasan y ese bloque estaba obsoleto, pero también hay acciones dolosas que adoptan el disfraz.