La sociedad de la información, como algunos llamaban al fenómeno transformador de nuestras vidas que acarreaba el desarrollo e implantación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha acabado siendo, a poco que te descuides, la sociedad de la desinformación. Nunca antes los ciudadanos habían tenido a su alcance tantos canales de información, muchos incluso gratuitamente, y nunca habíamos estado tan expuestos a los engaños, las manipulaciones y las mentiras. Gubernamentales principalmente, aunque esas son las más camufladas y las menos fáciles de detectar. Detrás de cada comunicado de prensa difundido por una oficina de prensa de un gobierno, cualquiera que sea la Administración a la que pertenezca, suele incluir medias verdades cuando no falsedades directamente.
En el mejor de los casos hay multitud de omisiones deliberadas para que cuele sin dificultad la idea que los políticos que en el poder pretenden hacer llegar a los ciudadanos. Pero ahí entra el trabajo de los periodistas, escudriñar en la información proporcionada para encontrar la verdad y descubrir el engaño. Solo que esto cada vez es más difícil porque el ritmo de las redacciones y la escasez de las plantillas, no lo permiten como sería deseable. Si algo no está claro en una nota de prensa oficial y pides una aclaración con datos contrastables de origen fidedigno, te topas con el silencio. No se atreven a negarte la información que solicitas, pero usualmente no llega nunca.
Los responsables de las oficinas de prensa muy raramente actúan como facilitadores de la información, sino como propagandistas cuya misión fundamental es la dificultar el trabajo de los periodistas a fin de que no se informe sobre lo que a sus jefes políticos no les convenga.
La trampa se esconde en cada comunicado, en cada rueda de prensa, en cada tuit. Y si son de organismos oficiales aún peor. Las páginas web de transparencia son lo más opaco que uno puede imaginar. Plagadas de información no actualizada, con enlaces rotos que no te permiten llegar a donde te propones, son callejones sin salida que desmoralizan al más entusiasta.
Así, es asombroso que algunos políticos digan que no hay libertad de expresión porque la Junta Electoral obliga a retirar ciertos elementos de los edificios públicos. La libertad de expresión es otra cosa. Y muchos de ellos la pisotean a diario poniendo trabas a los informadores.