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Opinión/Joan Boned. Exconseller de Territori del Govern balear

Disgustos, alegrías y la realidad

| Eivissa |

Durante una campaña electoral, son muchas y diversas las opiniones que se pueden leer y escuchar sobre cada uno de los candidatos a ocupar un cargo en una institución. Algunas de esas opiniones son totalmente desinteresadas y otras absolutamente interesadas.

Por lo general, cuando alguien es candidato a un determinado puesto por primera vez, suele tener mediática y socialmente el beneficio de la duda a la hora de valorar su capacidad para ocupar el puesto al que aspira. Pero si esa persona opta de nuevo al cargo que ya viene ocupando, no solo tiene que hacer propuestas de futuro que indiquen cuales son sus intenciones, caso de renovar el citado cargo; si no que ademas deberá hacer frente a las diversas opiniones, unas a favor y otras en contra, sobre el desempeño de su labor como cargo público, en los años que haya ejercido como tal. Y eso sin duda alguna, es un detalle que puede jugar a favor o en contra de ese candidato.

Pero todo ello no dejan de ser mas que opiniones o conjeturas sobre esos candidatos y todos ellos deberán enfrentarse a una realidad, que no es otra que el recuento definitivo de los votos que hayan podido recibir. En las actas de escrutinio, figura negro sobre blanco la verdadera opinión que el grueso de la ciudadanía tiene de cada uno de los candidatos. Y esa es la única opinión que finalmente vale.

En esta semana, se ha vivido una situación verdaderamente rocambolesca que ha afectado y alterado el resultado de la jornada electoral para el ayuntamiento de Vila. Ello ha sido debido aun gravísimo error en el volcado de los datos de las actas en papel y rellenadas a mano, al correspondiente sistema informático que debía contabilizar el total de votos obtenidos por cada una de las candidaturas. Este error ha provocado por un lado y durante algo más de dos días, una cascada de alegrías y celebraciones precipitadas, que han resultado pura ficción; por otro, muchos disgustos y un altísimo grado de incomprensión. Algunos pasaron en horas de alcaldes a la oposición, o de la nada a concejal o alcalde. Al final, algunas celebraciones se convirtieron en velatorios y algunos casi funerales, transmutaron en festejos.

Lo cierto es que la verdad acaba imponiéndose y tanto los perjudicados, como los beneficiados, acaban teniendo que aceptar la realidad que pone a cada uno en el sitio que para la ciudadanía se merece. Cada cuatro años la sociedad dicta sentencia y en esta ocasión y para el ayuntamiento de Eivissa, ha decidido que el alcalde ha de ser socialista, que la oposición debe desempeñarla el partido popular; y que otros tengan tan poca relevancia social, que ni tan solo merecen representación en la institución municipal.
Se suele decir que la jornada electoral es la fiesta de la democracia; pero esta no es un solo día cada cuatro años. Democracia es trabajo diario durante los cuatro años que dura una legislatura; gestionando por parte de los vencedores y controlando al gobierno, por parte de los que quedan en la oposición. Aquellos que no obtengan representación, deberán demostrar que realmente tienen interés en lo que ocurra en el día a día de la sociedad a la que pertenecen. Sacar la cabeza solo los días previos a unas elecciones, cuando se ha estado desaparecido durante cuatro años, no suele ser un aval que pueda inspirar confianza.

El trabajo es lo que cuenta y lo que se valora finalmente, pero lo que no merece valoración ninguna, es la ausencia. Una nueva legislatura empieza, con tropiezos en sus primeros días, pero con un mensaje claro de que es lo que quiere la mayoría. A trabajar.

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