Después de seguir el proceso de investidura del presidente en funciones Pedro Sánchez pasé por varios estadios: ilusión, atención, entusiasmo y cabreo, por este orden. Y, ahora, pasada la resaca emocional no puedo dejar de comentar varias cuestiones que me han sorprendido leer durante el proceso electoral.
Empiezo con responder a la recurrente afirmación «el pueblo votó coalición» hecha por opinadores y tertulianos varios afines a Podemos. Miren, pues no, la gente el día de las elecciones cogió la papeleta del partido que mejor creyera que le representa y la introdujo en la urna de la administración correspondiente.
Sigo y ya focalizado en el proceso de investidura: «Pedro Sánchez quiere gobernar solo», afirman indignados. ¡Vaya!, cualquiera pensaría que Casado, Rivera o el propio Pablo Iglesias se hubieran presentado a las elecciones para gobernar en coalición con el PSOE.
Efectivamente, noticia, el PSOE se presentó para gobernar en solitario. Otra cosa es que el resultado obtenido no tenga la mayoría parlamentaria, pero, por cierto, tampoco la tiene junto a Podemos.
Bien, ¿y qué se hace en ese punto? Negociar con las fuerzas ideológicamente afines, ahí empieza la política como el arte de conseguir acuerdos desde el desacuerdo. ¿Cómo? Pues los partidos presentan sus propuestas y condiciones que suelen empezar en unos máximos respectivos e ir acercando posturas hasta llegar a un acuerdo que satisfaga a las partes.
Y aquí viene la otra noticia: el PSOE propuso como primera opción un gobierno en solitario: ¡qué osados!, pero con apoyo externo de Podemos, olvidan recordar. Por cierto, como llevan haciendo este año de gobierno socialista y, por ejemplo, están haciendo actualmente en Portugal con éxito destacado.
Así, una vez vista la votación fallida para la elección de presidente, y para desmontar a quienes afirman que el socialista no deseaba llegar a un acuerdo con Podemos, veamos la evolución de las propuestas hechas por el PSOE a Podemos en la negociación:
Gobierno solitario con apoyo externo parlamentario; más cargos intermedios (secretarios estado y DG); más ministros independientes propuestos por Podemos; más ministros de Podemos en carteras como Vivienda, Turismo, Juventud y vicepresidencia. Y, la última propuesta: una Vicepresidencia y los ministerios de Igualdad, Vivienda y Economía Social, el ministerio de Sanidad, Consumo y Asuntos Sociales con los comisionados para la Pobreza Infantil y Dependencia.
Y sí, es tan legítima como factible la fórmula primera como la última. No es ninguna humillación, es una cuestión estratégica de cada partido elegir una u otra fórmula, y podrán leer opiniones al respecto para todos gustos y sabores.
Llegados a este punto: ¿quién ha imposibilitado el acuerdo aún habiendo sido la cuarta fuerza en las pasadas elecciones, sin tener ni un solo senador y encontrarse en claro retroceso de votantes y con el partido en manifiesta inestabilidad? Cada cual juzgue libremente.
En definitiva, llegados a este punto, los partidos deberían evitar la repetición electoral desde la responsabilidad y la coherencia con la construcción de un país moderno, feminista, ecologista y europeísta.
Y, dado los antecedentes y la desconfianza mutua, la mejor fórmula es una coalición a la portuguesa: gobierno socialista en solitario con apoyo parlamentario de Podemos mediante un acuerdo programático.
Trabajen por ello, el futuro de los españoles y las españolas lo merece.