Si hubiera que mencionar dos pensadores, con un sistema filosófico y antropológico importante, en la España de finales del siglo XX y principios del XXI, habría que citar al riojano Gustavo Bueno, que nació junto al Camino de Santiago y al madrileño Antonio Escohotado, intelectual de una cultura vastísima que se hizo famoso por una historia general de las drogas, que antes había profundizado en Hegel y escribió sobre metafísica, y que en estos últimos años ha repasado y reflexionado en tres tomos (con lomos) sobre «Los enemigos del comercio», cargándose un montón de lugares comunes que vienen de la economía clásica, de Marx y de las tonterías que dan como científicas Pablo Iglesias y los podemitas. La gran aportación de Escohotado es que para ser libre hay que estudiar a fondo, pulir el conocimiento y desmontar la cultura superficial llena de lugares comunes y de adoctrinamientos cutres. Esa búsqueda de la libertad de nuestro intelectual comenzó en Ibiza, en nuestra Isla fundó la discoteca Amnesia y fue un referente de la parte culta de los hippies o «melenudos». Sus vivencias y pensamientos ebusitanos, entre 1970 y 1984, los ha compilado, mientras tomaba güisqui (supongo), en un magnífico libro «Mi Ibiza privada», que comienza haciéndose la pregunta sobre cómo «dejó atrás Ibiza su miseria hasta convertirse en meca de multimillonarios». El libro está lleno de curiosidades: cómo se llevaban los ibicencos con los hippies, el chocolate afgano que llegaba al puerto, como pese al poco dinero que tenían la llegada de los hippies fue un revulsivo para remitir la pobreza. Todo un lujo tener las impresiones de Escohotado sobre la Isla en la que su pensamiento se moldeó y creció hasta convertirse en el de un filósofo único, maduro, contracorriente y con una enorme capacidad de argumentación que en segundos deja sin aliento y noqueado a cualquier contrincante.
Opinión/Jesús García Marín
Mi Ibiza privada
Jesús García Marín. |