Creo en la resurrección de la carne. Es una verdad de fe que los cuerpos de los muertos resucitarán. El Evangelio nos ha dicho que los saduceos niegan la resurrección de los muertos. Para poner en aprietos a Jesús le plantean la cuestión de la ley del levirato, una ley judía. Moisés, dijeron al Señor, nos dejó escrito que si el hermano de uno muere dejando mujer, y este no tiene hijos, el hermano tenía obligación de casarse con la viuda para suscitar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos que se casaron con la viuda y todos murieron sin dejar descendencia. Al fin murió la mujer. En la resurrección, la mujer, ¿ de quién será esposa?
El Señor contesta reafirmando la existencia de la resurrección y, al enseñar las propiedades o dotes de los resucitados, se desvanece el argumento de los saduceos. En este mundo, los hombres contraen nupcias, para perpetuar la especie; ese es un fin primario del matrimonio. Después de la resurrección no habrá más nupcias, porque los hombres no podrán morir. En la resurrección no los hombres tomarán mujer, ni las mujeres marido sino que serán en el Cielo como los ángeles. ¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Ahora bien, no es Dios de muertos, sino de vivos.
La muchedumbre, al oírlo, se admiraba de su doctrina. En el catecismo de la Iglesia Católica, en el número 362 leemos que la persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (gn.2,7).
La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios. No es “ producida” por los padres y es inmortal. No perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final. El Credo cristiano – profesión de nuestra fe en Dios, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora, y santificadora culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.
Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo. Creer en la resurrección de los muertos ha sido dese sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndonos a nuestras almas por la virtud de la Resurrección de Jesús. ¡Creo en la resurrección de la carne!